Puente

MEMORIAS DE CAYE

(Cortesía de D. Cayetano Barriomirón, [para los amigos, Caye, el de San Adrián]. Mi agradecimiento a Caye por brindarme su amistad y por hacerme el regalo de contarme muchas cosas de cómo fue nuestra Comarca).

            Al final de mi librito anterior (pag. 19),  digo que por mí tendría muchas más cosas que contar.

            Surgen en mi memoria, y más después de que se ha señalizado el sendero minero, que está muy bien el poderlo recordar. Pero la gente que lo recorre se lleva un pequeño desencanto, pues no encuentra en el recorrido  aquello que en su imaginación se había formado de lo que puede ser una mina.

            Hace pocos años se taparon los pozos que anteriormente ofrecían un gran peligro al estar descubiertos. Yo creo que el peligro se ha quitado, pero el  sentido de lo que era una mina también. El señor que lo hizo trajo unas ideas de allanar y que en las escombreras sembraría yerba. No faltó quien le aplaudió, -cosa absurda-, pues si llevan dos o tres siglos o el tiempo que sea, yo en mis 84 años nunca he visto nacer una yerba en lo que son las escombreras. Para mí ese señor era desconocido, y un día en que le vi le pregunté si era el que haría los trabajos de tapar los pozos. Yo a esto no le puse ningún reparo, pero en cuanto a lo demás, yo no estoy de acuerdo en lo que se intenta hacer, pues aquí hay que dejar testimonios de lo que aquí hubo y de lo que esto fue. Le dije más. Yo a Ud. no le conozco, pero sí le diré quién soy yo. En tono bastante subido le dije que estaba en completo desacuerdo con lo que  él pretendía hacer; pero nadie me apoyó, algo que ya me ha pasado en otras ocasiones, y ahora ya se ve el resultado. Las tolvas donde se descargaba el carbón extraído, las trampillas donde cargaban los camiones, depósitos de agua donde se lavaba el carbón, transformadores, casetas, todo arrasado. Hoy parecen campos de concentración más que  minas de carbón. Así ocurren las cosas y no te lamentes, pues en este mundo, vale más caer en gracia que ser gracioso. ¡Si lo sabré yo a mis años!

            Por mi imaginación pasan estos detalles, pero no se puede  reflejar. ¡Qué más quisiera yo que los demás lo viesen como yo lo conocí!

            Alguien ya me ha dicho que deberíamos habilitar algún sitio o lugar en que se viese cómo está formado el carbón y la forma en que lo extraían. Sí que hay sitios en los que podría hacerse, pero requiere gente práctica y sobre todo dinero, y éste es el que falta y manda. Quizá algún día se pueda hacer, si no se olvida el querer.

            Al faltar y desaparecer estos testimonios, yo por mi parte, me he preocupado de si podría haber alguna fotografía o algún recuerdo que pudiera darnos alguna luz de lo que entonces fue y hoy no es no se puede apreciar.

            Por si sirve de algo o de recuerdo, he logrado una fotografía del que fue dueño de la mina que llevaba su nombre: Don Pablo Pradera, mina "Pradera"  (pozo San Lorenzo),  que fue en su tiempo el mejor en producción y montado con todos los mejores adelantos de aquella época. No había aún camiones, y por esa razón montó una línea de baldes aéreos - (ya lo he explicado antes). He preguntado de qué tiempo podría ser esa fotografía y no han sabido decirme de qué años podría ser. Parece un señor con toda la barba. En la foto no expresa sus sentimientos, pero tengo oído que éstos eran buenos.

            La niña que tiene en su rodilla, me supongo que será la que más tarde sería la esposa de D. Pascual Eguiagaray, heredero de la mina por parte de la mujer, que por lo que tengo oído, era sobrina de Dn. Pablo. Tampoco sé si son ciertos estos datos.

            Yo no sé por qué esta mina cerró, si se debió a que se agotó el carbón o por el poco valor de éste. Yo creo que fue el  agotamiento de las capas, pues más tarde pretendieron seguir la explotación  y no la encontraron y tuvieron que buscar en El Trampal por el plano de Valondo, por el el pozo San Ignacio, mina del  Buey,  por Fuentes Rubias. Todos no serían de gran producción, pero el Trampal y El Plano sí rindieron mucho y estuvieron en explotación hasta el año 1970.

            Durante los años treinta del siglo pasado, sí que se hicieron varios sondeos: uno por debajo de donde está la escombrerra del pozo San Ignacio; otro, al lado del camino de bajada a los Campillos, y otro en el valle de los Mazares. No se sabe lo que en ellos encontraron, pues era muy particular de los que los hicieron (lo que sí sé es que era una Compañía inglesa) que dejaron el material abandonado cuando la Guerra del 36. No faltó quien se guardó lo de más valor y el resto fue desapareciendo poco a poco. Continuó después la Segunda Guerra Mundial hasta el 45 y ya nadie lo reclamó. Voy a explicar un poco del sondeo de los Mazares. En este no cortaron la capa de carbón, aunque estaba a poco más de un metro; cortaron una falla  y allí fue donde después se abrió la mina (en plano) de El Trampal. Se cortó la capa de carbón - la más gruesa era la 4ª, que tenía por término medio 0,40 o  0,50 m. de de espesor. De esto pozo salía mucho carbón.
Solían tener, por un regular, la inclinación de norte a sur -no conozco los grados que tenían-, pero después se  cortaban en horizontal por plantas y por ellas se arrancaba el carbón arrastrándolo hacia abajo por donde lo cargaban en las vagonetas que salían al exterior. Estos cortes en horizontal tenían que ampliarlos para dar paso a los obreros y a los vagones, y en estos avances se cortó  por donde hicieron el sondeo, que cortaron por la piedra,  y la capa más gruesa estaba a un metro, pero el agujero se tapó y pusieron un grifo y el agua que salía era fresca y buena. Yo trabajé en esta mina durante dos años en la maniobra de la calle, y cuando teníamos necesidad de agua, solía bajar a buscarla; estaba en la tercera planta. Yo bajaba con gusto, pues así me enteraba de la forma de trabajar para picar el carbón. Ya he explicado antes el grosor que solían tener las capas. Por pocos sitios se llegaba al metro. Así que trabajaban tumbados. Fijaos en la posición y el sacrifico  de estos mineros para sacar carbón y ganarse el pan de cada día. De no haber estado en estos trabajos, nadie se puede hacer una idea del peligro y sufrimiento de estos hombres; bien se merecen un monumento o por lo menos un recuerdo.
            Al ir extrayendo el carbón apuntalaban con madera que no es que aguantase el techo, pero sí avisaba de algún fallo. También dejaban macizos del mismo carbón y estos sí que sujetaban el techo. Cuando terminaban una plata solían retroceder quitando los macizos y entonces el techo se hundía con gran estrépito, expulsaba el viento allí encerrado hasta la calle  apagando hasta los candiles. Estos trabajos eran peligrosos, pues caían grandes zonas que habían quedado vacías, hasta el punto de que alguna vez se notaba el hundimiento hasta en la calle.

            De siempre me ha gustado enterarme de las cosas y por eso no me importaba bajar a los cortes - (ver para no preguntar). En alguna ocasión yo me bajé hasta donde seguía el avance en  profundidad de la capa, que entonces tendría más de 200 m. Los trabajadores que seguían estos avances barrenaban con martillos de viento comprimido y cuando salían a la calle parecían salidos de un saco de harina. Así que ese polvo acumulado en los pulmones les fue minando la salud y muchos murieron jóvenes y los que llegaron a mayores todos están tocados por la silicosis, que así se llama esta enfermedad. No solamente estaba el peligro en barrenar la piedra, sino también en los gases que se respiraban. Recuerdo que cuando bajaba a por agua, al entrar por las galerías se respiraba un aire ácido que te producía una sensación de rechazo. Esto no era más que un momento, pero los que estaban dentro siete horas yo creo que acostumbrados no lo notaban, pero cuando salían, olía hasta la ropa, y esto no creo que fuese muy saludable. Se hacían chimeneas al exterior que formaban corrientes y sí que renovarían el aire, pero todo no lo limpiaban.

            Oí contar a los que trabajaban en la mina de El Buey -(también estaba en plano)- que un día al entrar al trabajo, entraba un perro con ellos y gracias a él, que cayó fulminado, fue el aviso y como pudieron salieron al exterior con síntomas de asfixia. Esos gases son más pesados que el aire y el perro los respiró antes. A veces se les apagaban los candiles por falta de oxígeno. Así era la vida del minero, siempre en un continuo peligro. Nos paseamos por arriba y nada sabemos de lo que por abajo esta gente tenía que sufrir. Dicen que la profesión de piloto es la más arriesgada. No digo que no lo sea, pero mueren más mineros y ganan menos.

            Contaré un caso, en plan de anécdota, que yo presencié y se me quedó muy grabado. Cuando después de ocurrir la tragedia en el pozo de San Ignacio, 1950, se reanudaron los trabajos de profundizar el pozo, quitaron el castillete de madera que había y se hicieron los muros que aún perduran y dotado de toda maquinaria apta para  dichos trabajos. El dueño, don Pascual, quiso inaugurarlo, invitó a los obreros y a las autoridades del pueblo - yo era juez entonces. Se subió con la cruz parroquial y después de que el sacerdote bendijera todas las obras, invitó a una comida muy buena y muy bien servida, dentro de un gran pabellón donde estaban todas las máquinas propias para el trabajo de la mina.
            A los postres - (que es tema obligado)- el citado don Pascual dirigió la palabra a los allí reunidos, que serían referentes al acto, pero entre ellos lo que más me llamó la atención  fue lo de que a él no le interesaban los obreros "intelectuales". Esto nos escandalizó un poco, pues pensamos que se refería  al obrero tonto y esclavo de su trabajo. Más tarde comprendí yo el sentido de estas palabras. He tenido que trabajar con quince o veinte compañeros que quizá se creyesen "inteligentes": "Yo tengo derecho a tantas vacaciones", "Yo tengo derecho a tantas horas de trabajo", ""Yo tengo derecho a fumar en el trabajo", "Yo tengo derecho a más jornal" -solían decir. En cambio, yo no les oía decir:" Yo tengo el deber de trabajar con honradez". Esto lo he visto y lo he oído, y recordando las palabras de este señor, tenía razón, aunque nosotros entonces no las comprendiésemos. Conocía muy bien el sentir del obrero y ahora más que entonces se tienen o se pretenden más derechos que deberes.

            Puede ser que haya sido un poco largo, pero son recuerdos de lo que por aquellos años - los años 50- ocurría, se veía o se comentaba. Siempre y en todo lugar ha habido y habrá gente honrada y cumplidora de sus deberes.
Después de este comentario tengo que seguir el relato de lo que entonces aconteció dentro del trabajo en la mina. Todo tampoco era trabajo. También había tiempo de ocio. No había grupos de música, pero sí se tenían dulzainas, acordeones o pianillos y con ellos se hacían bailes los días festivos, pues muchos de los mineros eran solteros y como jóvenes también les gustaba la diversión. Aquí y en esto voy a hacer una salvedad. A las mozas casaderas del pueblo les atraían más los mineros que los mozos del pueblo. El trabajo en el campo era de sol a sol en invierno y en verano, y las mujeres de éstos estaban a la sombra cuando calentaba, y al sol si hacía frío. Esto les daba envidia y muchas se casaron con ellos. Si les fue bien yo no lo sé. No pregunté por su vida, pero sé que muchas se quedaron muy pronto viudas y no creo que esto fuera motivo de felicidad. La vida es muy compleja y a nadie tiene importar la de los demás; harto tenemos con la nuestra.

            Antes ya he dicho que  se buscaban tiempos de esparcimiento y entre ellos se formó un equipo de fútbol que jugaba campeonatos con los de la comarca. No serían ni los mejores ni los peores, pero sí hacían pasión como equipo de fútbol que llevaba el nombre  Santa Bárbara -(se acompaña fotografía). Varios de ese equipo han muerto y no de viejos.

            Es una pena que no tengamos más testimonios gráficos. Sería de gran satisfacción el verlos y comentarlos. Entonces no había lo que hoy tenemos, pero tampoco ahora hay lo que entonces hubo.

            En la vida hay muchas clases de trabajo y aunque el del minero era sucio y arriesgado, pero el hambre era más y la necesidad de comer supera al riesgo. Al terminar la guerra "incivil" -(que por los despropósitos que en ella ocurrieron no puede llamarse de otra manera) -,  el hambre cundió por todas partes y la gente tuvo que desplazarse para buscar un sitio - el que fuese- y buscar el pan de cada día, muy parecido a lo que sucede hoy con lo que llaman emigrantes.
            Aquí nadie les preguntó por sus papeles ni el motivo del desplazamiento. Todos éramos españoles, y a decir verdad, todos hemos sido emigrantes. Dejamos nuestro lugar de nacimiento, buscamos mejor medio de vida, que a lo mejor o lo peor no haya sido así, pues el corazón o el sentimiento está en otro lugar.

            Resumiendo: aquí la mina sí que era un mal trabajo, pero quitó mucha hambre.

            La vida en el pueblo:

            Los que estaban casados ocuparon todas las casas que estaban más o menos habitables. Para los solteros, el dueño de la mina arregló una casa y la adecentó lo que se puede llamar pasable. Tenían cocinera y podían comer a tiempo y caliente. La llamábamos el hotel - (no había otro). Serían unos treinta.
            Los demás se surtían del economato, de vendedores ambulantes y de la cantina del pueblo y en  ésta era donde se quedaba la mayor parte del jornal.
            Quizá por la bebida surgían reyertas con alguna torta de por medio. Tenía que intervenir la Guardia Civil y el juez, pero en verdad tampoco fueron muchas para la gente tan compleja como había. Las costumbres no eran las que por tradición teníamos en el pueblo y bastantes  se perdieron, pero influyó más en la juventud  - (como he explicado ya algo anteriormente).

            Quizá el que lea esto encuentre fallos en el sentido explicativo o  que no encajen las palabras escritas con los hechos. Tengan en cuenta que el que lo escribe no tiene ningún estudio de literatura ni de periodismo, ni lecciones de buen decir o escribir. Todo esto pasó hace muchos años -(tengo 84). Me han pedido que explicase mis memorias, gente con la que yo he hablado, que la escribiese, pues todo esto no tenía por qué perderse. Procuro en lo que a mí se me alcanza complacerles. Si no les gusta pido perdón; si alguien cree que podría hacerlo mejor, que lo haga: que papel y boli no falta. El fallo que he tenido es que esto lo tenía que haber escrito como prólogo y no al final. Así se habrían ahorrado el tiempo que han perdido en leerlo. De todo y por todo muchas gracias.
Después de cerrar las mina hicieron varios sondeos por el monte y las fincas; dicen que buscaban manganeso.

            Cuando yo trabajé en la mina de El Trampal, al salir los escombros del avance y ensanche de galerías,  entre ellas salían fósiles de serpientes. Recuerdo que en una fuimos juntando los trozos hasta completarla y resultó de bastantes dimensiones, más de tres metros y bastante gruesa, pues el aplastamiento así lo demostraba. Yo me fui el año 1964, y allí se quedaron los trozos que componía la pieza, y creo que se quemarían cuando el año 1970, al cortar con sopletes los hierros que formaban las vías y todo el sistema de cintas transportadoras y el lavadero del carbón, se incendió toda la escombrera que estuvo tres años ardiendo y secó robles cercanos al fuego. Así que no quedaron restos que hoy podríamos ver y apreciar. En verdad que tampoco pusimos mucho interés en aquel entonces, y ahora sí lo echamos en falta. También salían en la pizarra que forma la capa de carbón hojas de helechos muy bien marcadas y muy bonitas. Con el tiempo esta piedra que tan dura es en la mina, en la calle se descompone. Así que no sé si habrá quedado algún resto que sea digno de ver. Cuando se formó el carbón dicen los científicos que es de grandes bosques de helechos, árboles de hasta 50 metros de altura; ahora son plantas que no pasan de 50 centímetros. ¡Qué tiempo aquellos!

 

 

Optim. Chrome y Firefox. Colabora en: admin@salguerodejuarros.es